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La disciplina no es motivación es Neurociencia.

Actualizado: 29 may

Disciplina según Andrew Huberman: Un puente con la Terapia Cognitivo-Conductual


En los últimos años, el neurocientífico Andrew Huberman ha ganado popularidad por su forma clara y basada en evidencia de explicar cómo funciona el cerebro humano. Uno de los

temas que aborda con frecuencia es la disciplina, no como una cuestión de fuerza de voluntad ilimitada, sino como una habilidad que puede entrenarse a través de hábitos y neuroplasticidad. Desde la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), esta perspectiva resulta especialmente valiosa, ya que conecta con los principios fundamentales del tratamiento psicológico basado en la evidencia.


¿Qué dice Andrew Huberman sobre la disciplina?


Huberman explica que la disciplina no es un rasgo fijo, sino una capacidad que se entrena con la repetición de pequeñas acciones coherentes con nuestros objetivos. Desde su enfoque neurocientífico, señala que:


  • La dopamina no solo se activa al alcanzar una meta, sino también al avanzar hacia ella. Por lo tanto, cultivar una mentalidad que valore el proceso es clave.


  • El autocontrol mejora cuando se expone al cerebro a situaciones difíciles de forma progresiva, ayudando a regular el sistema nervioso.


  • El entorno, los horarios y los hábitos tienen un impacto directo sobre nuestra capacidad de mantenernos enfocados y comprometidos.


Estas ideas encajan perfectamente con los objetivos y técnicas de la TCC.


La disciplina desde la Terapia Cognitivo-Conductual


La TCC entiende la disciplina como la capacidad de alinear nuestras acciones con nuestros valores y metas, a pesar de los pensamientos y emociones incómodas que puedan aparecer. No se espera que una persona siempre “tenga ganas” de hacer lo que debe hacer. De hecho, una de las frases clave en TCC es: “No necesitas sentirte motivado para actuar; puedes actuar y la motivación vendrá después”.


En consulta, trabajamos la disciplina de las siguientes maneras:


1. Identificación de valores y objetivos

Ayudamos al paciente a conectar con lo que realmente le importa. Esto es esencial para que la disciplina no se base en la exigencia o el castigo, sino en el sentido personal.


2. Activación conductual

Particularmente útil en casos de depresión o desmotivación. Se guía al paciente a realizar pequeñas acciones que puedan mejorar su estado de ánimo. A medida que la persona actúa, la energía y el compromiso aumentan.


3. Planificación y estructura

Se trabajan rutinas realistas, desglosando metas grandes en tareas pequeñas. Esto es clave para evitar la parálisis por sobrecarga y generar una sensación de eficacia.


4. Reestructuración cognitiva

Muchos bloqueos de la disciplina provienen de pensamientos como: “si no tengo ganas, no tiene sentido hacerlo”, o “si fallo una vez, ya no sirve”. Estos pensamientos se identifican y reformulan en terapia para promover una actitud más flexible y realista.


5. Tolerancia al malestar

Parte de ser disciplinado implica aprender a convivir con el aburrimiento, la incomodidad o la frustración. En TCC se entrenan habilidades para aumentar esta tolerancia sin caer en la evitación.


Un enfoque integrador

La visión de Huberman complementa la TCC al aportar una mirada fisiológica y cerebral sobre la disciplina. Sabemos que con repetición, exposición y estructura, se pueden formar nuevas redes neuronales. Esto significa que incluso una persona que hoy se considera “indisciplinada” puede entrenarse para actuar con constancia y compromiso.


En definitiva, la disciplina no es un superpoder, sino una habilidad que se cultiva. Con las herramientas adecuadas —tanto de la neurociencia como de la psicología— es posible construir una vida más alineada con nuestros valores, incluso en los días difíciles.

 
 
 

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